La clase de griego, de Han Kang | Reseña

Reseña de una de las principales novelas de la nueva Premio Nobel de Literatura, la surcoreana Han Kang (Gwangju, 1970).

Dentro del abismo

Omar Peralta

Si en La vegetarianaHan Kang explora la desconexión de la mente y el cuerpo a través de lo crudo, el sexo y la caída hacia el abismo, aquí en La clase de griego, no cae hacia el abismo, sino que sus personajes ya se sitúan en él, y a través del mutismo, la oscuridad y la sutileza del lenguaje, nos interpela, si acaso en esa oscuridad puede haber luz, si acaso el silencio también puede llenar lo que las palabras.

La clase de griego, nos cuenta la historia de una mujer que, habiendo perdido el habla, así como a su madre y la custodia de su hijo, toma clases de griego con la esperanza de acabar con su mutismo. Su profesor, un hombre cuya vida ha transcurrido buena parte en Alemania, ha regresado a Corea, también con un deseo: el pasar el resto de sus días en su lugar de origen, a la espera del momento en que su ceguera sea completa, y que en la oscuridad pueda encontrar, tal vez, un cierre a todas aquellas relaciones llenas de asuntos pendientes, pero a las cuales ya no puede volver.

En algún punto de la obra sus historias se verán forzadas a entrelazarse, entre la oscuridad y el mutismo, pero revelando una luz que habla desde lo más hondo, aquella que les dará un momento para recobrar sus sentidos, encontrar un otro en la soledad que ambos cargan.

Portada de la traducción al español, editada por Penguin Random House

El libro logra sorprender, enmudecernos, al adentrarse en el abismo de los personajes. Podemos ver aquello que callan, el sufrimiento que cargan y la incertidumbre de no saber porque o qué es lo que origina ese dolor (en caso de la estudiante), o la soledad que acompaña la conciencia de lo inevitable (en el caso del maestro). Todo ello se va construyendo, lo que inicia como una mera curiosidad hacia los personajes, termina por vincularnos emocionalmente al conocer pasajes de sus vidas, lo que les causa añoranza, extrañeza, fastidio.

Ese vacío, que crece y crece. Un abismo incomprensible si se busca una sola respuesta a su existencia. Así son los abismos internos: acumulaciones, inseguridades, desolaciones. ¿Cuán desesperante puede ser para uno encontrar una salida, si parece ser que todo alrededor es noche confusa? Pienso en todas aquellas veces en donde lo incomprensible toma forma, tanto monstruosa como temeraria, esperando a que otra pieza igual de extraña encaje en nuestra desesperación, que nos brinde cierta aceptación.

«Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien.»

De la aceptación, del suspiro final, o de la tensión que puede generar encontrar un otro que en cierta medida encaje, nacen nuevas luces; de la experiencia viva de relacionarse con alguien, de soltar un poco la soledad, es que los abismos se disuaden y aparecen caminos que se bifurcan y nos ofrecen, no una salida, o una solución, tal vez la idea de que todavía podemos seguir caminando.

Publicado originalmente en Sentido, de Omar Peralta, en Substack.

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