Los asesinatos perpetrados durante las protestas siguen impunes

– Era un compañero bueno, él ayudaba a su madre
A David, un escolar de 15 años, lo mataron en las protestas posteriores al encarcelamiento de Pedro Castillo, expresidente del Perú. Poco antes habían llegado de Lima miembros de La Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional del Perú para restablecer el orden aunque irónicamente tras su aterrizaje la comisaría de Huancabamba, la comunidad de David, se incendió y la violencia estalló a lo largo de todo el sur peruano, contando hasta hoy, 12 de mayo, cuarenta y nueve asesinatos por proyectiles y bombas lacrimógenas disparadas por la policía y las fuerzas armadas.
– Fue nuestro heróe en este mundo por defender a los andahuaylinos
En Apurímac protestaron las señoras del mercado, los universitarios, los escolares, los obreros, los campesinos, los profesionales, parecía que todo Andahuaylas había salido a las calles a desfogar su ira con gritos y arengas ¡Dina asesina! ¡Estado genocida!
Comieron todos de la misma olla que llenaban con lo que se podía, para luego seguir marchando. El 10, 11 y 12 de diciembre se bloquearon las vías y se paralizó la región, salvo labores indispensables como los servicios de salud, la ciudad se volcó a las calles. Y el campo también, que la rabia entre los oprimidos de siempre que fueron los que pusieron la mayoría de muertos y heridos tiene orígenes históricos. Durante diciembre los protestantes armados con palos y huaracas libraban una batalla desproporcionada contra proyectiles de armas de fuego, perdigones, bombas lacrimógenas, tanquetas y helicópteros.
– Queremos justicia para nuestro compañero
David de 15 y Beckham de 17 fueron las primeras víctimas de un conflicto que seis meses después no ha terminado. Ambos murieron en Apurímac, una de las regiones del sur con la represión más violenta. En esta región, Pedro Castillo ganó en todas las provincias durante las elecciones, llegando en algunos distritos con mayoría quechua a tener hasta un 96% de los votos válidos, por ello la indignación tras su encarcelamiento. Pedro Castillo era el presidente que eligieron y la burla que hicieron de él, en medios como Willax donde lo trataron de provinciano ignorante, fue lo que motivó a David a salir a protestar. Muchos peruanos sentían arder el racismo y el clasismo de siglos evidenciado en el trato a un presidente como ellos. Su lucha no era por una persona, ni financiada por nada más que la solidaridad comunal. Era y es por la injusticia de siglos.
– A un presidente humilde porque es del campo, porque es de provincia, lo han vacado, hacen lo que quieren, para ellos el voto de los provincianos no sirve – comentó Raquel, hermana de David.
David también era del campo.
Y sus compañeros que salieron en el buzo del colegio Simón Bolívar de Tapaya a protestar por la muerte de David, con letreros donde culpaban a Dina Boluarte del asesinato. “David A. Q. descansa en paz” y “Dina Boluarte traidora” “Descansa en paz” decían las pancartas con las que marchaban.
– ¡Justicia por David!
– ¡JUSTICIA!
David salió a protestar y no volvió a casa, su madre, una mujer quechuahablante sigue sufriendo las injusticias de un estado centralista, que en medio de una protesta con demandas sociales desde las regiones decide que su caso y el de los fallecidos en Andahuaylas y Chalhuanca se centralicen en Lima, en el equipo especializado supranacional, mientras Julián Aguila, el abogado defensor de la familia lleva los casos por violación de derechos humanos desde Andahuaylas.
¿Quién asesino a David? El contingente policial que llego a Huancabamba fue la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional del Perú: al mando de Braulio Jiménez, Sin embargo para los representantes legales de la Policía Nacional los responsables fueron individuos sin identificar que actuaron por decisión propia, sin ninguna orden, para la familia la asesina fue la presidente Dina Boluarte y con ella el Estado. En la carpeta fiscal se menciona a Luis Flores, hasta hace poco jefe del frente policial Apurímac y ahora ascendido a jefe de la DIRINCRI; y a Alex Luján, jefe de la división policial de Andahuaylas.
Todos los mencionados siguen en libertad sin enfrentar siquiera sanciones administrativas mientras la vía penal se entorpece y alarga y nadie parece saber quién mató a David, aunque todos lo sepan. Mientras su familia sigue luchando por una justicia que ven lejana.
Miguel H. Tapia